Una de las actividades principales será la visita a las imponentes Salinas Grandes. Es una de las reserva de flora y fauna única en un desierto blanco como pocos en el mundo. Son 600.000has. de superficie y que limitan con las provincias de Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca.
Veremos el material ferroviario con el que se extrae la sal y contemplaremos un atardecer único rodeado de las parvas de este mineral. Visitaremos el poblado ferroviario abandonado de Totoralejos.
Otra actividad será recorrer el poblado del artista Fader: “Ischilín” en donde nos alojaremos.
Fernando Fader (1882 - 1935) enamorado de Ischilín hizo conocer en todo el mundo esos paisajes serranos de siestas pesadas que brotaron de la pasión de sus pinceles.
El Caserío que rodea la vieja estancia en donde nos alojaremos tiene la particularidad de reconocer dos nacimientos: el primero en 1640, como una encomienda indígena cedida por Jerónimo Luis de Cabrera a su compañero Miguel de Ardilles.
El segundo nacimiento, en el año 2000, rescatado del olvido y restaurado de la mano de Carlos Fader (nieto del pintor Fernando Fader) y su señora Marta.
Llegar a Ischilín (en lengua aborigén significa Alegría), equivale a hacer un viaje al pasado, pero no a un pasado de ruinas y vestigios, sino que los pocos edificios lucen reconstruidos y que nos maravillarán por sus colores y encantos.
En el Cerro Colorado, se encuentran miles de pictografías de los pueblos originarios que habitaban en la zona (comechingones y sanavirones) y casi todas representan escenas de la vida cotidiana: costumbres, rituales, escenas de guerras entre ambos grupos originarios anteriormente mencionados, la representación del español a caballo y signos aún no descifrados. La reserva posee más de 3000 ha y fue divulgada por Leopoldo Lugones a principios del siglo 20.
En la localidad también existe la antigua casa (hoy museo abierto al público) de Atahualpa Yupanqui, uno de los más importantes exponentes de la música folklórica argentina, quien inmortalizara a esta localidad con los versos de la Chacarera de las Piedras.
Por último, ubicada sobre el Camino Real del Alto Perú, descansa Villa Tulumba.
Una ciudad ambientada con elementos característicos de principios del siglo XX, lo que genera la sensación de estar vivenciando aquellos tiempos.
Las calles empedradas, las farolas antiguas y las añejas construcciones nos conducen por los caminos de la historia y las diferentes huellas que ésta ha dejado en el lugar. La Iglesia Nuestra Señora del Rosario y el tradicional rezo del Ángelus dan cuenta de una de las herencias que caracterizan a los creyentes pobladores de Villa Tulumba.
La amabilidad de su gente y los relatos del pasado nos invitan a recorrer los diferentes recodos de la ciudad, entre ellos: las ruinas de la Antigua Capilla, el Museo Runa Huasi y la Casa de los Reynafé. Espacios donde las reminiscencias del pasado adquieren un importante valor que hacen a la cultura de la Villa.